En momentos de expansión, crisis o simplemente operación sostenida, una pregunta siempre surge para el personal de finanzas: ¿se está gastando de forma eficiente el presupuesto?
Pasar de un enfoque de gasto tradicional —basado en hábitos, costumbre o inercia— a uno realmente eficiente no siempre requiere grandes recortes ni decisiones radicales. A veces se trata de mirar a detalle lo que se da por hecho, y de crear procesos que hagan que cada peso invertido tenga un propósito claro.
Esta guía no pretende ofrecer una fórmula única. Pero sí hablar sobre buenas prácticas para CFOs, tesoreros y líderes financieros que buscan dejar atrás el gasto automático y avanzar hacia un modelo más ágil, inteligente y alineado con los objetivos de negocio.
¿Qué entendemos por gasto eficiente?
No se trata solo de gastar menos, ni de cortar presupuesto sin mirar a detalle. Un gasto eficiente es aquel que aporta valor, que está alineado con la estrategia, responde a una necesidad real y que genera retorno directo, o evita una pérdida futura.
Es decir, es un gasto con intención. Y esa intención se nota cuando se compara con el gasto tradicional, que muchas veces se arrastra por costumbre, sin revisiones, sin mediciones y, lo más peligroso, sin impacto claro.
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¿Qué gastos debes transformar primero?
No todos los ajustes tienen el mismo efecto. Por eso, cuando se inicia un camino hacia el gasto eficiente, conviene partir por tres tipos de gastos que suelen esconder oportunidades claras de mejora:
1. Gastos operativos heredados
Nos referimos a sistemas que ya no se usan del todo, licencias duplicadas, proveedores que nunca se renegociaron. Esos gastos invisibles que se pagan mes a mes sin cuestionarlos, son el primer lugar donde se recomienda buscar.
2. Servicios tercerizados mal dimensionados
Muchas veces se contratan servicios externos por una necesidad puntual que luego se vuelve permanente, sin revisar si siguen teniendo sentido, o si el alcance sigue siendo el mismo.
3. Presupuestos asignados por inercia
Áreas que reciben el mismo monto cada año, aunque sus actividades hayan cambiado. O proyectos que siguen activos solo porque ya están financiados, pero cuyo impacto es marginal.
El primer paso hacia un gasto más eficiente no es cortar, sino entender con claridad qué se está pagando, por qué, y con qué resultado.
Cómo aplicar principios de eficiencia en empresas en crecimiento
Cuando una empresa está creciendo, el gasto también crece. Y eso no es malo. De hecho, muchas veces es necesario. El problema aparece cuando el crecimiento trae consigo desorden financiero, en vez de una inversión controlada.
Para evitar que eso pase, existen algunos principios simples que conviene implementar desde temprano:
- Alinea cada gasto con un objetivo claro del negocio. ¿Este gasto ayuda a vender más, a operar mejor, a escalar con menos fricción?
- Evalúa el gasto no solo por su monto, sino por su recurrencia. Muchos pequeños pagos mensuales terminan acumulando más que una inversión puntual.
- Haz del presupuesto un proceso dinámico, no un documento fijo. Lo que se aprueba en enero debe poder ajustarse en junio si las condiciones cambiaron.
- Instala revisiones cruzadas. Que cada área justifique lo que necesita no desde el deseo, sino desde el impacto esperado.
En empresas que están escalando, lo más común es que las decisiones de gasto se tomen rápido. Lo ideal no es frenar eso, sino instalar una cultura donde la velocidad no vaya peleada con la evaluación crítica.
Claves para evaluar y optimizar presupuestos anuales
Una parte clave de avanzar hacia un modelo de gasto eficiente está en cómo se construyen y revisan los presupuestos. Aquí algunos criterios que pueden hacer la diferencia:
1. Presupuesto base cero (al menos por áreas críticas)
No se trata de rehacer todo desde cero, pero sí de aplicar esta lógica en ciertos equipos clave: ¿qué pasaría si este año no tuvieran presupuesto asignado por defecto? ¿Qué gastos se justificarían realmente?
2. Incluir métricas de eficiencia, no solo de ejecución
No basta con “usar el presupuesto asignado”. Es más relevante saber si el gasto generó el resultado que se esperaba, o si hay formas más económicas de lograr lo mismo.
3. Involucrar al equipo financiero en la toma de decisiones, no solo en la ejecución
Muchas veces los CFOs o tesoreros son vistos como quienes controlan el gasto, pero no como parte activa del diseño de inversión. Cambiar eso ayuda a anticiparse y optimizar desde el origen.
4. Reservar un % del presupuesto para ajustes o imprevistos
Nada mata más rápido la eficiencia que tener que forzar un gasto “solo para no perder el presupuesto”. Contar con margen flexible permite decidir mejor sin caer en esa lógica.
¿Qué se gana al operar con una lógica de gasto eficiente?
Además de un uso más inteligente de los recursos, operar con foco en eficiencia mejora la toma de decisiones, reduce tensiones internas y aumenta la capacidad de maniobra de la empresa.
Cuando los equipos entienden que gastar bien no es gastar menos, sino gastar con sentido, se genera una cultura donde las decisiones tienen más sustento, donde el presupuesto se transforma en una herramienta estratégica, no solo en una restricción.
Y eso, a largo plazo, se nota no solo en los estados financieros, sino también en la agilidad con que se responde a nuevas oportunidades o desafíos.
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