Banxico redujo su previsión de PIB para 2025 a 0.1 %. El Banco Mundial la bajó directamente a 0 % y Monex deja el escenario en 0.3 %. Todos coinciden: el motor económico se apaga. El pulso de corto plazo confirma la tendencia; en marzo el IGAE cayó 0.4 % mensual, su tercer retroceso en medio año, y la actividad industrial muestra un enfriamiento continuo.

¿Qué está pasando?
El freno responde a dos fuerzas que se combinan. Por dentro, el consumo pierde velocidad y la inversión privada se detiene a la espera de mayor certidumbre regulatoria. Por fuera, la amenaza de aranceles de 25 % en Estados Unidos sobre acero, aluminio y autopartes castiga la confianza manufacturera justo cuando el comercio global del G-20 crece apenas 2 %. El resultado es un escenario de “crecimiento cero”, con demanda débil y costos en alza para las empresas exportadoras.
Un estancamiento de esta magnitud tensiona las tesorerías. Las ventas tardan más en convertirse en efectivo, los inventarios se mueven despacio y los plazos de cobro se estiran, mientras el crédito bancario sigue caro, con la tasa de referencia en 8.5 %. Sin liquidez oportuna, los márgenes se evaporan rápido.
¿Qué puedes hacer?
La estrategia podría ser anticiparse al ciclo. Adelantar el cobro de facturas (sobre todo las ligadas a la importación) convierte ventas en efectivo en cuestión de horas y libera capital de trabajo sin añadir deuda de largo plazo.
Ese puente de liquidez mitiga el riesgo de cartera y financia la operación mientras el mercado se ajusta. Con la economía en pausa, la ventaja competitiva no será vender más, sino cobrar antes y rotar inventarios con disciplina financiera.
